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RÉQUIEM DE VERDI
Los conciertos del Auditorio
Domingo, 28 de Abril de 2024  Falta 1 día

LOS CONCIERTOS DEL AUDITORIO - 25.º ANIVERSARIO

 

Domingo 28 de abril

19 horas 

 

OVIEDO FILARMONIA

 

Dinara Alieva, soprano

Ekaterina Semenchuk, mezzosoprano

Joseph Calleja, tenor

Maharram Huseynov, bajo

 

El León de Oro

Joven Coro de Andalucía

Marco A. García de Paz, maestro de coro

 

Lucas Macías, director

 

Programa

  • Misa de réquiem, de G. Verdi

 

La Misa de Réquiem es un despliegue de melodías, contrastes y ritmos destinados a avivar los sentimientos de quienes estén dispuestos a plantearse el sentido de la vida, la pérdida y el dolor. A la batuta de nuestro director titular, Lucas Macías, y junto a Dinara Alieva (soprano), Ekaterina Semenchuk (mezzosoprano), Joseph Calleja (tenor), Maharram Huseynov (bajo), el coro El León de Oro y el Joven Coro de Andalucía, nos imbuiremos de una música que no tiene apenas parangón en la música occidental. Una representación de la majestad, el temblor ante el juicio inapelable, la humildad y dolor, la pérdida y la esperanza, en la que el pueblo, la gente corriente, representada por el coro, es el verdadero protagonista del drama.

 

Réquiem, es decir Paz, es la palabra que abre la oración fúnebre, la Misa, y surge casi imperceptiblemente del coro apenas audible que se torna más claro y firme cuando implora la luz eterna para los difuntos. Luego, el tenor solista, seguido por turno por el bajo, la soprano y la mezzosoprano entonan el Kyrie, al que se añade el coro en tono suplicante. Y de pronto, como un movimiento sísmico, el Dies irae da cuerpo al terror de la culpa que se prolonga y crece todavía más cuando las trompetas del Juicio Final representan el Tuba mirum y luego dan pie al bajo solista para su invocación del Mors stupendum. La palabra mors (muerte) se repetirá como el enigma que la música busca descifrar.

 

Verdi decidió que el fragmento siguiente, Liber scriputs, no fuera la fuga coral del estreno y compuso un aria para lucimiento de María Waldman, la otra gran estrella del reparto junto a Teresa Stolz. A su sombra, el coro murmura de nuevo las palabras del Dies irae, con especial énfasis en una de ellas, nihil (nada), para subrayar que nada quedará sin examinar en el día de la ira. El cuarteto solista entona en ese clima depresivo su lamento por los pobres pecadores, el Quid sum miser donde se pregunta quién va a defenderlos en el momento decisivo.

 

Cambia de pronto el clima para dar paso a uno de los momentos más turbulentos de la obra, el Rex tremendae, exaltación de la majestad del juez tronante y después, una vez que los tenores del coro han repetido suavemente esta muestra de abrumadora limitación humana, los solistas vuelven a implorar en el Salva me, fons pietatis que acaba uniendo a solistas, coro y orquesta en un clamor tembloroso. En ese recogimiento la mezzo acomete un pasaje de profundo lirismo, una invocación a Cristo, figura divina mucho menos pavorosa que el Padre eterno, y lo hace entonando el dulcísimo Ricordare al que enseguida se incorpora la soprano. Luego, los tenores lloran el Ingemisco que enlaza con el espléndido Confutatis maledictis antes de que el coro nos estremezca de nuevo con otra repetición del Dies irae. El espléndido Lacrymosa (el de Don Carlo) lo entona la mezzosoprano y le siguen los otros solistas antes de que la segunda parte de la Misa concluya en el emocionado Jesu pie.

 

La segunda parte se abre con el Ofertorio, oración por los difuntos dirigida a Jesucristo (Domine Jesu Christe) en la que unen sus voces la mezzo, el tenor y el bajo. Aquí aparece por primera vez el Quam olim Abrahae (Como antiguamente le prometiste a Abraham), uno de los motivos que dan continuidad a la partitura. El tenor entona con ánimo la ofrenda de los fieles en Hostias justo antes de que vuelva el Quam olim Abrahae a modo de recordatorio del pacto de Dios con el pueblo.

 

Una llamada de trompetas abre la parte cuarta, el Sanctus, expresión de confianza en forma de doble fuga con el coro dividido en dos y las voces entrando a partir de las más altas. Soprano y mezzosoprano inician la quinta parte, el Agnus Dei, sin acompañamiento de la orquesta hasta que entra de nuevo ésta junto al coro. La parte sexta, Lux aeterna, corre a cargo de la mezzo, el tenor y el bajo antes de que la Misa alcance su clímax en el Libera me, la parte más rica de la obra y la primera que compuso Verdi. La abre la soprano y la completa el coro con un recitado que implora el perdón para eludir la muerte eterna. De esa desolación surge por última vez la fuerza brutal del Dies irae, aminorada cuando la soprano y el coro elevan juntos el prodigio del Requiem final. Vuelve entonces la angustia del Libera me en una fuga que une todas las voces del coro mientras la soprano solista recita el dolorido verso, acompañada por el coro casi inaudible y repite la invocación del Kyrie en un pavoroso descenso al silencio final.

  

 

VENTA DE LOCALIDADES

 

Patio de Butacas: 29 euros

Anfiteatro: 25 euros


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